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Ferenc Puskás, los Magiares Mágicos y la fatídica final de Suiza 54: La Historia del 10
MIAMI, Florida. - Popularmente considerado como el mejor jugador que ha dado Hungría, Ferenc Puskás es una de las más grandes leyendas que han participado en una Copa del Mundo. Nació en Budapest el 2 de abril de 1927, bajo el nombre de Ferenc Purczeld y se crió en Kispest, por aquel entonces un pueblo cerca de la ciudad. Luego de la Segunda Guerra Mundial el jugador cambiaría su apellido por Puskás, ”Escopetero" en húngaro.

“El Comandante Galopante” era capaz de entregar pases milimétricos a las bandas, y de disparar al marco con una increíble potencia. Además de poseer una explosiva arrancada que le daba una impresionante velocidad, y esto lo complementaba con una visión de gol que hacía temblar a todos los que defendían los tres palos de los equipos contrarios. Pero la característica más destacable del estilo de juego de Ferenc Puskás era su dominio de la pierna izquierda. Todas estas habilidades le permitieron ser catalogado como el máximo goleador del siglo por la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol.

La leyenda europea vistió por primera vez la camiseta de la selección nacional húngara el 20 de agosto de 1945 logrando anotar en una victoria sobre Austria, en lo que sería un debut soñado y el principio de una impresionante carrera. Ferenc Puskás se convertiría en el capitán y figura principal del “equipo de oro” húngaro que dominaría el fútbol internacional a principios de los 50s, una nueva década que vivió una de las mayores revoluciones futbolísticas de la historia, y que terminaría en 1956 con otra revolución, ésta de carácter político. Sin embargo, sería el tiempo suficiente para que Hungría hiciera gala de una maravillosa generación de jugadores que exaltaron el juego a un nivel nunca antes visto.

Con sus pases cortos, constantes intercambios de posición y una circulación de balón tan rápida que tardó décadas en igualarse, el fútbol húngaro estaba adelantado a su época. Junto con Zoltán Czibor (11), Sándor Kocsis (8), József Bozsik (5) y Nándor Hidegkuti (9), el “Cañoncito Pum Pum” formó el núcleo de los “Magiares Mágicos” que iban a permanecer invictos durante cuatro años y 32 partidos consecutivos, unificando con cada partido el criterio mundial sobre su excelso juego.

Tras coronarse campeones de los Juegos Olímpicos en 1952, superando a Yugoslavia en la final de Helsinki; y consagrarse en la Copa de Europa Central venciendo a Italia en la final en el Stadio Olimpico en 1953, con Puskás como goleador del torneo con 10 anotaciones; Hungría llegaba a la Copa del Mundo de la FIFA de 1954 como clara favorita a llevarse la máxima gloria. Era el momento perfecto para proclamar su supremacía, pero Suiza depararía un amargo momento en la historia húngara.

Hungría se enfrentó y venció a Corea del Sur y Alemania Federal, con un abrumador balance de 17 goles a favor y 3 en contra. Puskás marcó un total de tres goles en los dos partidos de la fase de grupos. Pero el choque contra los alemanes traería malas noticias para el artillero, que había llegado a Suiza en su mejor momento y siendo considerado como uno de los mejores jugadores del mundo. Una entrada de Werner Liebrich (10) terminó en una fractura de tobillo que no le permitiría a Ferenc Puskás reaparecer, sino hasta la final.

En cuartos de final se enfrentarían a Brasil, vigente subcampeón, pero los sudamericanos no tenían la calidad de otras ocasiones y se volcaron sobre el juego duro para intentar equilibrar la balanza. Debido a que el árbitro inglés Arthur Ellis permitió toda clase de patadas, el enfrentamiento se tornó en una implacable carnicería que pasaría a conocerse como la “Batalla de Berna”.

Cuando el partido estaba 3-2 a favor de Hungría, las cosas se calentaron rápidamente cuando Nilton Santos (3) realizó una terrible entrada sobre József Bozsik, quien respondió a la agresión con una recta sobre el rostro del brasileño. Tras un breve combate entre dos de los mejores futbolistas del momento, ambos fueron expulsados. No fue sorpresa cuando inmediatamente después de que Ellis diera el silbatazo final, los jugadores de ambas escuadras se cayeran a puñetazos. Pero todo empeoró cuando alguien rompió una botella en la cabeza de un brasileño. No está claro si fue un espectador o el mismo Ferenc Puskás (10), que continuaba lesionado y había presenciado el partido sentado en el banquillo. La batalla continuaría en los vestuarios.

La semifinal ante la Selección de Uruguay fue la historia opuesta, un partido limpio que se resolvió en la prórroga a favor de Hungría. La “Garra Charrúa”, sin embargo, consiguió remontar un 2-0 en los últimos minutos y forzar la prolongación, con un gran partido del central José Santamaría (2), que acabaría recalando junto a Puskás en el Real Madrid.

El 4 de julio más de 60,000 espectadores asistirían al Estadio Wankdorf de Berna para el duelo entre Hungría y Alemania Federal, los teutones sorprendían a muchos al meterse en la final tras haber caído ante la misma Hungría por un abultado 8-3 en la primera fase.

Luego de los durísimos cruces ante Brasil y Uruguay, la final parecía un fácil trámite para los húngaros ante un equipo claramente inferior. Tanto así, que se forzó la reaparición de Puskás, quien entró al terreno de juego como capitán, y además jugó toda la final con una fractura.

Hungría comenzó con la intención de resolver la final lo antes posible dominando a una Alemania que se encerraba en su área. En el minuto 6 se alineaban los astros y “El Comandante Galopante” marca el primero, su cuarto gol del torneo ponía a Hungría por delante en el marcador. Dos minutos más tarde el “Pájaro Loco” Czibor anota el segundo gol para su equipo y parecía que los favoritos se llevarían el título.

Todo marchaba de acuerdo al plan hasta que Alemania sacó la casta con dos goles en menos de diez minutos: Max Morlock (13) anota a los 10’ y Helmut Rahn (12) a los 18’ del primer tiempo, emparejando el marcador. Hungría dominaría el resto del partido, incluso fallando varias estrepitosas ocasiones en la segunda mitad.

En el minuto 84, cuando “Die Mannschaft” parecía resignarse a esperar la prórroga, “El Jefe” Rahn penetra en el área y dispara de zurda batiendo a Gyula Grosics (1) para poner el marcador 3-2 ante miles de miradas incrédulas. Y para aumentar el dramatismo, a dos minutos del final del encuentro, Puskás aparece para anotar el empate, pero el gol es anulado por el árbitro inglés William Ling debido a un fuera de juego.

Hungría cayó y la República Federal de Alemania vio el partido como un símbolo de la recuperación del país tras la humillación y la vergüenza de la Segunda Guerra Mundial. Los “Magiares Mágicos” quedaban sin su broche de oro a una impecable trayectoria de ocho años, en la cual sólo perdieron un partido, precisamente el que los consagraría como el mejor equipo del mundo y, posiblemente, de la historia del fútbol mundial.

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