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Martín Onti: Entre Villar y Cardenal
MADRID, España.- El conflicto del deporte español, con visos de decantar en la última guerra del fútbol, sería de muy fácil solución, en los papeles, si Ángel María Villar y Miguel Cardenal, presidentes de la Real Federación Española de Futbol (RFEF) y el Consejo Superior de Deportes (CSD) respectivamente, se sentaran de común acuerdo a limar asperezas que los intereses del dinero gobiernan y pudiesen permitirse pactos sin que la sangre llegue a derramarse.
Las aguas divididas, de acuerdo a la óptica que se defienda entre decretos y derechos, encallan a uno y a otro en las rocas de las falsedades, y defender una de las dos versiones dadas por los máximos mandatarios del deporte español requiere del conocimiento de las aguas profundas que nadie en este medio conoce a ciencia cierta.
Cuando Villar señala con el dedo de la culpabilidad a Cardenal, y éste se despacha a gusto en las respuestas concretas que dejan mal parado al vasco amigo de Sepp Blatter, las dudas se pasean por las mentes de cada uno de los que escuchamos sentencias que se tornan duro de confirmar desde el conocimiento en su más irrefutable certeza.
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— La Liga (@LaLiga) Mayo 8, 2015
A favor de quienes trabajan verdaderamente el fútbol, aunque esto sea una necesaria puesta en escena en mi personal manera de ver el problema, la RFEF coloca a Luis Rubiales, presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles, AFE, parapetado detrás de los jugadores representantes del gremio para defender con el balón en primera persona el elaborado producto del juego.
De no mediar un acuerdo, al que sostengo se llegará forzosamente por una simple cuestión de intereses económicos, la Liga Española se iría a huelga a partir del venidero 16 de mayo para incomodidad de muchísima gente, y eso no está permitido en el juego del dinero que manda en el negocio en que se ha convertido el fútbol hace ya mucho tiempo atrás.
Convengamos que esta no es la primera vez que asoman desavenencias con trasfondos políticos-económicos en el fútbol español. El cuento de la Buena Pepa, ese de nunca acabar, no queda así tan descabelladamente alejado de este conflicto porque hace mucho que el fútbol le vendió su alma al diablo, y éste reclama lo que es suyo.