MIAMI, Florida.- Para viajar de Estados Unidos a Francia hay que cruzar el Océano Atlántico. En avión, se estima que la duración del viaje de Nueva York a París es de siete horas y 19 minutos. Permanecer allá implica un gasto considerable para hospedaje, alimentos y, en época de Copa del Mundo, también para entradas al estadio.  

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Se necesita mucho amor y lealtad para hacer ese largo recorrido, abrir la cartera y arropar a un equipo de fútbol, pero fue justo eso lo que les sobró a miles de estadounidenses, quienes invadieron suelo francés en 2019 para apoyar a su Selección Femenina.

Datos de FIFA revelaron que Estados Unidos fue el país que más localidades adquirió para esa justa mundialista, solo detrás del anfitrión, pero muy por encima del resto de naciones.

“Nos encontramos con nuestros fanáticos en las calles... Y es solo por un juego: están volando hasta Francia para vernos jugar. Es tan increíble e inspirador”, declaró a la prensa Ali Krieger, integrante de aquel representativo estadounidense.

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Estados Unidos terminó ganando aquel Mundial, lo hizo porque fue mejor que todos sus adversarios, pero también porque contó con un ejército de pasionales corazones que impulsó a cada una de las jugadoras a entregarse al máximo en la cancha.

Un informe de la Federación Francesa de Fútbol reveló que el evento atrajo a 1.2 millones de espectadores, 40 por ciento extranjeros y de estos la enorme mayoría provenientes de territorio estadounidense.

Lo anterior generó a la economía francesa 316 millones de dólares, de los cuales 120 millones fueron ganancia neta al Producto Interior Bruto de ese país.